el bautismo en el Espiritu Santo.

Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Éfeso, y hallando a ciertos discípulos, les dijo:
¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?
Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo.
Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan.
Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en Lenguas, y profetizaban”
(Hechos 19 : 1-3.6)

Amada Iglesia:

¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?

Esa pregunta también está dirigida a todos y a cada uno de nosotros.
Notemos que la pregunta la hizo Pablo a ciertos DISCÍPULOS que obviamente, habían creído en Jesucristo. Sin embargo, todos los que hemos creído en la Palabra, fuimos sellados con el Espíritu Santo en ese momento del nuevo nacimiento:

“En él también vosotros, habiendo oído la Palabra de verdad, el Evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa”
(Efesios 1 : 13)

Pero, como la Palabra de Dios no puede contradecirse, podemos ver claramente que, SON DOS SUCESOS DIFERENTES, producidos por el Espíritu Santo, en los creyentes.

El nuevo nacimiento con el sello del Espíritu Santo y el Bautismo del Espíritu Santo.

El Señor Jesucristo le dio mucha importancia y prioridad al bautismo del Espíritu Santo. Esto fue lo dicho por nuestro Señor Jesucristo a sus doce apóstoles:

“Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días”
(Hechos 1 : 4-5)

Antes de morir, Jesús les reveló como les convenía que él se fuera para que recibieran el bautismo del Espíritu Santo (Juan 16 : 7). Y una vez resucitado, les mandó orar y esperar por ese necesitado y deseado bautismo del Espíritu Santo, ya prometido por Dios Padre Jehová en boca del profeta Joel (Joel 2 : 28-29), igual que todos nosotros, los que deseamos servirle al Señor.

“Y de repente vino del Cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.
Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras Lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”
(Hechos 2 : 1)

“No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales.
Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.
Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de Lenguas; y a otro, interpretación de Lenguas.
Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere”
(1 Corintios 12 : 1.7-11)

Pero, hoy día ni siquiera se predica sobre esta necesidad en las iglesias, como tampoco se predica sobre el pecado y la necesidad de santidad. Están más interesados en los espectáculos musicales y las danzas coreografiadas, como también en pedir dinero de “pactos”, esperando recibir milagros y prosperidad económica opulenta a cambio.

Escuchaba con tristeza el testimonio de una hermana que se cambió a nuestra iglesia, porque el pastor y su esposa de la iglesia donde se congregaba, prohíben danzar con los ojos cerrados, diciendo que no hay tal “danza en el Espíritu”, sino que la danza se debe preparar de antemano, con ensayos y coreografía, como de hecho ellos tienen un grupo de jovencitas que se visten con zapatillas de ballet y vestidos a la usanza hebrea antigua, para ejecutar un show en el púlpito, en cada culto.

Tuve que abandonar también esa misma iglesia hace unos años, pues en el sermón dominical, la esposa del pastor, contradijo una enseñanza que impartí sobre el bautismo del Espíritu Santo y los dones sobrenaturales de (1 Corintios 12), como también sobre la danza en el Espíritu, negando que hubiera tales manifestaciones y que ser llenos del Espíritu Santo, era simplemente, llevar una vida piadosa, recta y consagrada. Todo esto, a pesar de que nominalmente son pentecostales, pero han caído de la gracia y ahora se apoyan en el dinero y en los espectáculos de la farándula “cristiana”. Es decir, que todo consiste en esfuerzo y religiosidad (obras) humanas y no hay tales operaciones de poder o señales sobrenaturales del Espíritu Santo, dadas por gracia.

Tenía solo unos pocos meses de convertido, desde aquel día que escuché la predicación del Evangelio en una cruzada en el Coliseo Cubierto de mi ciudad, cuando una noche, después de haber escuchado por primera vez un coro de lenguas angelicales armoniosas, repartidas por todo el templo, durante un culto, le comenté a unos hermanos mientras caminábamos por la calle, cuánto deseaba yo que Dios me bautizara con su Espíritu Santo y me concediera el Don de Lenguas, para no dudar más, cimentándome en la seguridad de mi salvación, y para que el Espíritu Santo me concediera ese testimonio a mi espíritu, de ser su hijo y su siervo.

Sorprendentemente, Dios estaba escuchando la conversación casual que teníamos en esa caminata nocturna, pues justo al día siguiente, era domingo y después del culto, el líder de nuestro grupo de discípulos nos convocó sorpresivamente aparte, a un aula del segundo piso, para orar en un círculo de alabanza y adoración al Señor.

Momentos después, con los ojos cerrados y tomados de la mano en círculo, levantábamos la voz al unísono, expresándole nuestras alabanzas al Señor Jesucristo, a quien por fe lo sentíamos en el centro del círculo. Mientras estábamos en este clamor, sentí como si me fuera a morder la lengua, pues se me había “empelotado”, como acalambrada y no me salían palabras por unos segundos, hasta que, haciendo un esfuerzo, empezaron a salir unas palabras o sonidos inentendibles, para sorpresa y asombro de mí mismo, en mi pensamiento, pues mientras la lengua emitía ese lenguaje, mi mente estaba como observadora atónita de lo que me estaba ocurriendo. Dejé fluir en voz alta esas Lenguas, durante lo que me pareció un tiempo largo, pero que en realidad pudieron ser sólo unos dos o tres minutos. Terminamos todos sorprendidos, pero alabando con gozo a Dios.

"Porque el que habla en Lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios.
El que habla en Lengua extraña, a sí mismo se edifica"
(1 Corintios 14 : 2.4)

LA DANZA EN EL ESPÍRITU.

A pesar de haber sido bautizado con el Espíritu Santo, durante muchos años, desconfiaba y rechazaba las danzas que efectuaban algunos hermanos, con los ojos cerrados y generalmente dando vueltas sin control, en aparente éxtasis. Pensaba que debían ser manifestaciones y aún exhibiciones, conscientes o inconscientes, de su propia carne, para sentirse más espirituales, creyendo así agradar más a Dios.

Pero, Dios que conoce los corazones, me dio una lección y me tocó el hombro cierto día, en la pequeña iglesia donde me congregaba. Ese día estaba cantando como invitado, el grupo de música de otra iglesia más grande y conocida. El gozo, la unción y el poder de Dios lo sentíamos todos los hermanos mientras alabábamos a Dios con unos preciosos cánticos.

Mientras estábamos con los brazos levantados y los ojos cerrados, una hermana me señaló y me dijo que el Señor me iba a hacer danzar. Yo no le di importancia a esa declaración y no lo esperaba, pero al minuto comencé a girar, dejándome llevar, como lo hace la pareja de baile que es llevada por su parejo, como en un baile de vals por todo el salón. Los demás hermanos apartaron apresuradamente las sillas y despejaron el espacio, mientras todos cantaban, alababan y adoraban.

Esa fue para mí, una lección a mi incredulidad. Desde entonces, gracias a Dios, he recibido muchas otras veces esa misma experiencia en momentos de adoración colectiva en el Espíritu.

Gracias a Dios, hemos podido comprobar la sed que hay en el pueblo de Dios, de Dones y manifestaciones sobrenaturales del Espíritu Santo, pero a las iglesias muchas veces se las mantiene dormidas y congeladas espiritualmente, queriendo llenar ese vacío con los nuevos entretenimientos y los espectáculos de cantantes, danzarinas o grupos musicales de rock, reguetón y merengue “cristianos”, en las iglesias.

“Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de Poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el Poder de Dios”
(1 Corintios 2 : 3)

Dudé mucho para escribir estas notas de hoy, pues la mayoría de ustedes conocen por experiencia el bautismo del Espíritu Santo, en mayor profundidad, como también, porque estas notas están ilustradas en su mayor parte en mi experiencia personal, pero sabe Dios que no lo expreso por presunción o inmodestia, sino más bien por el gozo de compartir con ustedes, mis amados hermanos, lo que nos ha hecho Dios, lo que hemos visto, contemplado y palpado, no de oídas, ni por relato de otros hermanos, respecto al Verbo de la Vida, como también nos dijera nuestro hermano mayor y consiervo, apóstol Juan (1 Juan 1 : 1-4). Pero, es urgente la necesidad de que toda la Iglesia vuelva a ser llena de poder, procurando que todos los hermanos sean bautizados con el Espíritu Santo y reciban los dones sobrenaturales y el poder de Dios.

Dios les continúe bendiciendo.
Vicente Mercado Santamaría.

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